La belleza que nos ofrece un hueco tras el muro, o frente a este, como un respiradero de lo cotidiano. Me gusta pensar en lo que me acompaña cada día, el amor a lo esencial, hacia las pequeñas cosas que me rodean y van construyendo el mundo. De niña acostumbraba a imaginarme como un ser diminuto, y escapaba por la ventana.
Ese hueco, puedo verlo como una prolongación del hogar, del lugar de trabajo, como un elemento arquitectónico de expansión de lo contenido, un espacio productivo, vivo, recorrido y utilizado con amplios fines. En definitiva un espacio que siempre ofrece nuevas dimensiones, pese a su estatismo. No es tan sólo un reposo para la mirada, es también una invitación a la huida; un sueño de libertad extendida más allá de los límites que nos impone o frecuentemente nos imponemos.
La ventana de casa
Siempre un escaparate
El camino de arena
Una página en blanco
El vaho de cristales
Mil gotas alimentando un charco
Ríos de tormenta
Un mapa inmenso la plaza del barrio
Un lápiz que recorre el mundo
Magritte invitando a saltar
Yo, abriendo la ventana.
Virginia Garrosa

“Los valores personales”, de Magritte.